martes, 6 de enero de 2009

Historia de sexo


En esta ocasión no había necesidad de pronunciar palabras. Las miradas de lujuria contenida parecían expresar mejor lo que ese par de mentes obnubiladas por el deseo querían dar a entender.
El escenario era perfecto. Pues aunque apenas moría la tarde, el hecho de vivir en el ultimo piso y que la corriente eléctrica se hubiera declarado en huelga eran factores que hacían una amalgama ideal para tocarse.
Parecía un efecto mágico. Era extraño como la distancia entre los cuerpos se reducía a micras, y en desmedida proporción aumentaban el sudor y la pasión. Así, la necesidad de mitigar la sed en la boca del otro era superior al calor que se sentía en la habitación. Era algo vital; beber de la boca de ella, sentir su aroma en la piel.
Y pasaron lentos los minutos. Las manos se enredaban, y las miradas se engullían entre si. Juntos creaban a cada caricia una armonía poética. Estaban así, lamiéndose, besándose, tocándose; amándose totalmente, tanto que nadie hubiera podido reconocer sus voces y los sonidos que salían de los dos.
El cuarto se torno en un rosa moribundo que anunciaba la llegada de la noche. Y un par de cuerpos exhaustos descansaban abrazados.
Fue entonces que ella dijo: -Deberíamos ser mas que amigos-
A lo que él contestó: -Deberíamos, pero no.

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