miércoles, 26 de agosto de 2009

dolor de cabeza

las frases no conducen a nada, sin un par de cuerpos dispuestos a hacerles caso, a seguirles al pie de la letra, a perderse entre las sábanas a contra de la retórica y de la dianética...
un par de líneas te pueden hacer sonreír, pero nunca, por mucho que se esmeren podrán hacerte gemir
quizá si te escribo todo lo que siento, te quede claro el panorama, pero a mi, en cambio, me va a quedar la cuenta en ceros, saldo en quiebra, en eso de los sentimientos, puede que mientras más inviertas más pierdas...
hoy tengo ganas de dibujar tu silueta en la arena, para que me hagas feliz un rato, y despues te diluyas en el mar, no sé si por capricho o por miedo, pero asi lo quiero
en todo caso, no importa, siempre hay un nuevo proyecto al cual invertir, y está vez, lleva tu nombre

domingo, 26 de julio de 2009

Historia Haitiana

Un relámpago y el súbito estrépito de un rayo impactando la tierra le sobresaltaron. La lluvia empezó a caer a cántaros. Y pareció imposible poder conciliar el sueño. Había una extraña sensación en Víctor al recorrer la habitación, como si el mismo fuera un extraño. “Pero realmente lo eres” dijo para sí. “Llaman a Haití un paraíso tropical, pero estas calles isleñas bien podrían ser una sucursal del infierno”.
Víctor era un inglés dedicado a escribir reportajes para una revista de turismo. Tenía una mente ágil para recordar datos precisos con sólo escucharlos, bastaba una lectura simple para que no olvidara un nombre. Siempre había sido un poco escéptico y morboso a la vez.
Había leído una revista en el avión donde se mencionaba el folclor de la isla. Y recordaba particularmente un tema que llamaba su atención: zombies.
En la revista leyó “En 1937 la folclorista estadounidense Zora Neale Hurston conoció en Haití el caso de Felicia Felix-Mentor, fallecida y enterrada en 1907 y a quien, sin embargo, muchos lugareños aseguraban haber visto viva treinta años después convertida en zombi. Hurston se interesó por rumores que afirmaban que los zombies existían realmente aunque no eran muertos vivientes sino personas sometidas a drogas psicoactivas que les privaban de voluntad. No pudo, sin embargo, encontrar datos que fueran más allá del mero rumor... Espero no ser yo quien descubra la verdad”. Bromeó en ese momento para sí y se recostó en el asiento de clase turista.
De vuelta en el hotel, algo parecía fuera de lugar. No era la basura regada aquí y allá a lo largo de la calle que podía ver desde la ventana del cuarto de hotel. Tampoco era el frío desolador que la lluvia había traído y que le daba a la calle un aire de película de terror.
Y a lo lejos, le pareció escuchar unos pasos lentos pero constantes. Se detuvo a mirar desde la ventana, a buscar cualquier anomalía que amenazara con terminar con esa sensación de seguridad que le daba la oscura habitación. “Aún falta mucho para el mediodía” masculló. “No creo que sea”.
Empezó a llover con más intensidad, pero aún así se podía escuchar cómo se apretaban los pasos en las baldosas encharcadas. De repente, no supo si era el eco y la reminiscencia de la lluvia pero a medida que se iban acercando a la cuadra final antes de llegar al umbral del edificio, su piel se erizaba. Se sentía cada vez menos seguro.
Y entonces en la entrada pudo ver su cuerpo mojado por la lluvia pertinaz. Se alegró tanto que no pudo evitar sonreír como niño. Se ató la bata rápidamente, tomó una toalla del baño y cruzó el pasillo presuroso. Al llegar al lobby le ofreció la toalla, pero ella sonrió diciendo a manera de saludo: “Me caería mejor un baño, ¿me acompañas?”. Por toda respuesta sólo pudo corresponder a su sonrisa.
Por un momento, Víctor sintió que era un tanto extraño no ver a nadie en la recepción, pero no quiso prestarle demasiada importancia, después de todo su cuarto era lo suficientemente grande para albergar a dos amantes. “Tal vez solo fueron al baño”; se dijo para no pensar nada extraño.
Entraron al cuarto y después de arrojar al piso el par de maletas que traía, se volvió hacia ella para darle un beso pegajoso. Víctor sintió como le hirvió la sangre de inmediato. Había pasado más de dos semanas sin verla y la temperatura sanguínea de los dos se multiplicó. Le arrancó la ropa como pudo y apenas llegaron a la cama. Poco hubiera importado pues nunca fueron muy afectos a lo convencional. El decirse anormales era una broma un tanto recurrente entre ellos.
Así, entre besos y pasión, los engulló la noche. No supieron de si, hasta el nuevo día, cuando pasaban de las 12:00. Joy, yacía envuelta en la sábana blanca que tapaba lo justo para convertirla en una postal perfecta de artístico erotismo.
Desde que la había conocido en Francia, Joy tenía un halo de misticismo que la hacía demasiado deseable para Víctor. Nunca parecía desesperarse por nada, como si supiera algo que todo el mundo ignorara. Y por si fuera poco, parecía que su belleza natural como el sol, nunca dejaba de brillar. Además de ser increíblemente hermosa, tenía ese toque rebelde que hacía que Víctor fantaseara mil cosas con sólo verla. Su punto débil era un tatuaje en la pierna izquierda que ella llevaba. Unas líneas que nunca comprendió pero que a él le parecían un diagrama hindú muy sensual.
Víctor pensó en pedir un café para leer el periódico. Intentar anticiparse a los deseos de ella, y por enésima ocasión intentar adivinar su apetito. Tomó el teléfono y marcó para dar tono a Servicio al cuarto. Nadie respondió. “Vaya, parece que aquí todos van al baño en el momento preciso. Esperemos.”
Se asomó al balcón y descubrió que en la calle, no había más que papeles volando de un charco a otro. “Quizá todos los haitianos padecen del estomago”.
Una vez más tomó el teléfono. Pulsó REDIAL. De nuevo sin respuesta. “Diablos, malditos isleños” dijo en un tono más elevado que el habitual. “¿Qué pasa cariño?” preguntó ella apenas desperezándose. “Nada… estos isleños que no sé donde se han metido, quería pedir el desayuno para sorprenderte pero esos brutos no me dejan”. Como siempre, ella sonrió y le dijo: “Ok, sorpréndeme, baja a hablar con alguien, mientras yo me ducho ¿está bien?... prometo seguir aquí cuando regreses”.
Le guiñó un ojo y ante eso no hay algo que él pudiera hacer. Asintió y antes de salir de la habitación Joy le dijo: “Quizá cuando regreses, yo te de una sorpresa también”.
Al caminar por los pasillos tuvo esa sensación de extrañeza con la que te topas al saber que algo está mal. Ningún niño corriendo por ahí ni la madre detrás de él. Vamos, lo más común siendo verano. “En fin – se dijo – veamos que excusa tienen los de Servicio a cuarto para no haber atendido el teléfono”,
Se paró frente al elevador y presionó el botón. Nada pasó. Esperó cinco minutos. Nada pasó. “Mierda, ahora si estoy molesto… debo usar las escaleras… yo y mi estúpida gran bocota” dijo, como arrepintiéndose de querer ser galante con Joy.
Después de bajar los 3 pisos que separaban la habitación sintió un vértigo que le estremeció como lo hiciera el rayo la noche anterior. Manchas de sangre por todo el vestíbulo. Empañando la pulcritud del mármol que adornaba las columnas de la entrada. El magnífico escritorio de recepción.
Su respiración se empezó a agitar. Víctor no tenía una idea de lo jodido que estaba. Pero lo supo de inmediato al girar su cabeza 90º a la derecha. Lo que parecía ser un hombre de la localidad, un maletero que cambió de color su uniforme, de gris a magenta, devoraba con sagacidad las entrañas de una mujer, cuyas blancas piernas y rubios cabellos suponían la fascinación de aquel ser por los manjares extranjeros.
Sintió como si algo cayera junto de él, pero de inmediato quiso ahorrarse, en la medida de lo posible, cualquier ruido por muy necesario que este fuera. Pero al estar pendiente del maletero que se comía a la rubia, sólo se percató de que estaba acompañado cuando sintió la fétida respiración de un nuevo anfitrión. Al girarse pudo ver de cerca la piel agrietada de este nuevo amigo, un poco más joven, tenía el atuendo de un hooligan: sudadera con gorro, jeans y zapatos deportivos; el hooligan lo miró con los ojos inyectados en rojo escarlata y la boca desbordando sangre en un tono un poco más oscuro. “¡Dios santo, son zombies! - pensó para sí - Ahora veo quienes son los artistas del lobby… Dios… ¡Joy!”.
Su grito se ahogó cuando el joven zombie emitió un gruñido sobrecogedor. Víctor sabía que si iba a tener una oportunidad para subir los tres pisos, sería ese momento. Y entonces, como si se tratará de una carrera, emprendió la huída, mientras el hooligan, se erguía cada vez más como dejándole saber a Víctor que escapar no sería pan comido.



Mientras Víctor corría, apenas y podía respirar. Recordó lo que había leído. Sencillamente no lo podía creer. Mientras pensaba en todos los datos que leyó acerca de zombies en su vida, no podía recordar uno que le fuera útil en ese instante.


Cuando por fin, vio el numero 307 se sintió un poco aliviado. Pero al tratar de abrir la puerta con la tarjeta de acceso, notó que no la llevaba consigo. “Mierda, eso fue lo que se me cayó”. Volteó y el hooligan estaba a diez metros de él, distancia que se cubría de la puerta al primer escalón. Tocó insistentemente en la puerta, mientras el hooligan parecía sonreír demostrando la ventaja que tenía.


Víctor no hizo caso a la mueca burlona, y siguió tratando de abrir la puerta. Justo cuando sentía que alcanzaba la gloria por lograr su cometido, un abrazo fuerte lo sujetó por atrás y lo levantó.

Era su viejo amigo, el maletero. Entonces, el hooligan se acercó a Víctor y trato de morderlo en un brazo, pero este se zafo hábilmente del abrazo del maletero al balancear su cuerpo con destreza. Así, el hooligan había mordido a su ayudante. Sangre en el piso. La puerta se entreabrió, Víctor entró a la habitación de golpe y corrió buscando a Joy por todo el cuarto. Olvidó cerrar la puerta.


El hooligan y el maletero lo sujetaron con una fuerza descomunal y lo azotaron en el piso, dispuestos a terminar con Víctor. Empezaron a golpearlo y arañarlo terriblemente.


De repente, como si se tratará de una broma malvada, vio acercarse a Joy, desnuda. Los zombies que antes parecían descontrolados, ahora mantenían su fuerza con una aterradora nobleza ante la sirena que cubría sus pechos con largos cabellos castaños.


Víctor tuvo que hacer un esfuerzo por no reclamar al atar todos los cabos en ese instante. Se había dejado convencer por Joy de visitar Haití para su próximo reportaje. Y hasta entonces comprendió que FMF era el tatuaje de Joy, sólo que la última F estaba invertida. Felicia Félix-Mentor, la primera zombie haitiana. Joy como Happiness, como Feliz, como Félix.


“No puede ser… - dijo Víctor queriéndose recuperar del impacto – no puede ser”. Por toda respuesta, sintió la mano de Joy que le acariciaba el cabello mojado de sangre. Ella se llevó la mano a la boca, y haciéndole una seña para que guardara silencio, le dijo: “Sorpresa”.

martes, 10 de marzo de 2009

Capitulo 4



Un episodio más de mis aventuras se dió cuando me di cuenta de que, lo más lejos que llegaría mi carrera futbolística sería echar los pulmones en la rena como un intento de jugador amateur playero.

Sin duda, eso de jugar futbol en la calle, frente a mi casa, me dejo enseñanzas.

Aprendí que cuando juegas con una pelota de plástico y hay mucho viento, tus disparos siempre van a todos lados, menos a donde deberían ir.

Tambien aprendí que la gente mayor no tolera más de 4 balonazos en sus rejas por partido sin hacer alguna colaboración al aprendizaje del lenguaje coloquial de los niños.

Aprendí que cuando alguien grita "PARALA" significa que algo malo puede pasar. Como esa vez que estrelle el balón en el hinchado vientre de una vecina embarazada.

Y tambien aprendí que los raspones, patadas, moretones y demás estragos que hace el futbol en tu cuerpo, son como una representación de la vida misma. Mientras mas intentos haces por conseguir una meta, mas duro te puede golpear para evitar que lo consigas.

Pero, una vez un vecino al verme en el piso con una rodilla raspada y sangrante me dijo:

- Ponte saliva, sacudete la ropa, y sigue jugando.

Supongo que aplica tambien para cualquier tipo de caída.

domingo, 8 de febrero de 2009

Capitulo 3




Otra de las cosas que recuerdo muy bien de mi infancia es la enfermedad que me aquejó desde que nací hasta casi llegada la pubertad: el asma.

Es bastante feo padecer esa enfermedad, sobre todo cuando lo que mas te gusta es jugar fútbol. Eso te limita bastante en cuanto a la cantidad de goles que puedes meter, y a la cantidad de metros que puedes correr.

También es muy traumante enfermarse los fines de semana cuando las instancias gubernamentales de salud no trabajan, más que en Urgencias, y todos sabemos que llegar un sábado por la madrugada a una sala de Urgencias del IMSS es un verdadero viaje. Empezando por las enfermeras que te reciben.

Cuando tenía yo aproximadamente seis años, mi mamá y yo, nos vimos obligados más por la inexperiencia y mis defectuosos bronquios a aparecernos una noche en el IMSS para atenderme un cuadro asmático que me tenía al borde del hoyo, y debo decir que no nos quedaron ganas de regresar; sobre todo a mí, ya que sentía que cada segundo que pasaba sin una máscara de oxígeno era tocar más fuerte a la puerta de San Pedro.

La enfermera nos recibió con un rostro gélido que parecía que le acabábamos de mentar la madre al preguntarle si me podía atender. Quizá ella era discípula de Sócrates y su mayeútica, pues por toda respuesta escuchamos:

- "¿Está afiliado?"

A lo que mi madre dijo:

- "Sí"

Y la enfermera, quizá aliviada un poco por tener que hacer menos papeleo, y suavizando el gesto, nos dijo:

- "Esperen aquí a que les llamé"

Benditas palabras que dijo la mujer. Nos dirigimos a la fila de sillas que se intercalaban naranjas y blancas, esas que asemejan un huevo y que abundaban en la mayoría de las oficinas de gobierno en los años ochenta. Yo sentía que podía respirar de nuevo y mi santa madre veía con menos preocupación mis ojos. Cual sería nuestra sorpresa al ver que al cabo de dos horas seguiríamos ahí "esperando a que nos llamaran".

Fue entonces cuando aprendí la lección de este capítulo. Mi madre, más que enfurecida, se levantó de la silla de plástico naranja y me dijo:

- "Estate quieto aquí, y trata de estar tranquilo, ahorita vengo"

Supongo que mi madre no pensó que en mi situación me iba a parar para corretear un rato. No había mas opción.

Entonces vi, como mi mamá se dirigió con toda la decisión que se podía permitir en ese momento hacia la enfermera. Y le dijo:

- "Oiga señorita, mi hijo está ahí sentado desde hace dos horas, y si no me lo va a atender un médico me lo llevo ahorita a un particular..."
- "Señora, calmese... es que hay muchos pacientes..."
- "Pacientes nosotros, que nos aguantamos aquí dos horas viendo como usted se pinta las uñas y platica con el conserje. Si tuvieran tantita consideración, aunque sea una inyección ya le hubieran puesto al niño en lo que lo revisa el doctor; pero como se ve que usted nada mas viene a aplastar las nalgas en su silla"
- "Señora, no le permito que..."
- "¡No! si no te estoy pidiendo permiso

Yo no sé que fue lo que le hizo actuar a mi mamá así, pero me agarro de la mano y me llevo a la Cruz Roja, donde en menos de media hora ya me habían controlado el cuadro de asma, con una dolorosa inyección, pero al menos podía respirar.

Se preguntarán cual fue mi lección aprendida. o tal vez no. En todo caso, podría ser yo como la enfermera y dejarlo a su imaginación. Pero prefiero escribirlo. Aprendí que todo tiene un límite, a veces no acordado, pero todos somos capaces de darnos cuenta que cuando las cosas no parecen cambiar a tu favor, es momento de tomar acciones radicales. Una palabra que discrepa, dicha en el momento preciso, puede cambiar siempre el rumbo de una historia.

lunes, 2 de febrero de 2009

Capitulo 2

Una de las cosas que quisiera recordar de mi infancia sería la comida. Realmente suena como algo estúpido puesto que cuando uno empieza a tener hambre no se tiene memoria. Pero a mi me gustaría saber de mis primeras comidas.

Aunque... ¿De verdad me gustaría tener una imagen mental del pecho de mi madre viniendo hacía mi boca? Eso sería un poco perturbador y torcido para mi edad. Parecería esto un ensayo incestuoso o algo así.

Si salto un poco en el tiempo y adelanto unos meses estaría en lo que he dado a bien llamar la "etapa de las papillas", de la cual no sé más que lo que me contó mi madre, quien amorosamente ponía todas las verduras que encontraba, en el vaso de la licuadora y las mezclaba con agua hasta que la pasta, que resultaba en una plasta grumosa y café, podía ser digerible. Eso puede visualizarse como algo igual de asqueroso que el incesto... quizá hasta más... bromeo, nada puede ser mas asqueroso que una papilla grumosa y café.

Mejor saltaré unos años y les narraré una historia de mis incipientes años de estudiante. Un día, de esos del jardín de niños. dijeron que había que llevar un tomate, el más grande que encontráramos. En la clase lo revisamos, y nos explicaron las diferentes fases que cubrían el crecimiento y el desarrollo de un tomate. Había una comparación algo truqueada de como era importante comer cosas nutritivas para crecer sano y llegar a ser grande. como el tomate en cuestión. Al final, nos dijeron que teníamos que comérnoslo. Pero yo no sabía que era comerse todo excepto el rabo del tomate. Así que por ignorante hice la comida mas nutritiva de mi vida.

Esto me lleva a una conclusión, siempre será importante tomar lo bueno y lo malo de la vida. Porque aún a pesar de tomar lo malo, se puede llegar a ser un gran tomate.

martes, 27 de enero de 2009

Capitulo 1


Tengo ganas de contar una historia de la que no se sepa nada. La historia de mi vida. De una vida sencilla, con menos adrenalina que la de un asesino serial, pero quizá con más alegría que la de un condenado a muerte. Una historia llena de puntos de vista, que en mi lecho le dan sentido a mi vida estéril.


Pienso un poco en mis orígenes, y me pregunto: ¿Habré sido intencionado? Tal vez mis padres si querían un hijo, pero ¿habré sido gestado en un intercambio de fluídos premeditado?. Espero que sí. La verdad es que me dolería un poco saber que llegué al mundo por falta de condones. Pero en todo caso, según lo que cuentan fui bien recibido. Se rumora que fui como cualquier bebé que nace, que parece un embajador o presidente importante al que todo mundo va a ver para rendirle pleitesía.


Y bueno, supongo que mis primeros meses, tambien fueron similares a los de la mayoría. Creo que no hay nada mas curioso que la decadencia infantil que alegra a todos: ver a un niño batido en su propia mierda, mientras se chupa un dedo. Para mi es la escena mas bizarra, pues a los padres no les divierte, pero el niño es el más feliz mientras sus nalgas son limpiadas por alguien más.


Según yo, la vida debería darte más oportunidades como esas. Poder cagarla, y que alguien mas limpie el desastre. Supongo que por eso, extrañamos tanto la infancia cuando crecemos.


Y bueno de ahí, siguió entre papillas y biberones, el momento en que dí mis primeros pasos. Y ese, creo que es el momento en que los pesimismos y positivismos adultos se reflejan en los niños. Una persona negativa diría que deberían dejar de intentar enseñarle a caminar al niño en cuestión; en tanto una persona con una actitud más positiva, creerá que lo mejor sería sacudirle el polvo al pequeño y seguir adelante.


Asi que, tanto en los pasos de niño, como en los de adulto, hay quien se atreve y quien tiene miedo.

viernes, 16 de enero de 2009

Sombras blancas

Entre más lo pienso, menos lo entiendo. Debería ser cosa fácil decidirse, pero no lo es; nunca lo es. Aunque a decir verdad estoy cansado de oir lo mismo no quisiera dejar de oirte, ni de sentir amor por ti. Tal vez, lo que sucede es que no me amas, no me amaste nunca, y nunca me amarás. Por eso es tan difícil aceptar que ante mis ojos te estas volviendo una sombra blanca, que puede verse claramente, pero que nadie puede tocar. Que por mucha luz que se le arroje, su forma no ha de cambiar. Que aunque me ahogue entre flashes, nunca se acercará, siquiera para mirarme o para quererme amar.

jueves, 8 de enero de 2009




Suicidio moral o manipulación anímica. No se que es más difícil de tolerar. Vender mi cuerpo, y peor aún mi alma, a una mujer que sólo pretende de mí una dosis periódica de compañía; o trastocar de cierta forma el mundo de una adolescente a la que, según yo, le falta vivir tanto... Es lo mas cercano que he estado de un precipicio, y peor, porque queriendo saltar para olvidar a Emiliana, me sujeta un arnés llamado Ariel...Ariel tan dulce que me aterra hacerla mía, pero al mismo tiempo, tan bella que se me olvida que es apenas una niña, que es tan joven como mi hermana y a la vez tan sensual como la mujer que más deseo. ¿Y si me escapo? ¿Si lo único que tengo que hacer es tomar el autobús de las 3:00 pm?

Tal vez es como debe terminar esto, lejos de esta mierda existencial que me tiene al borde del desquicio, o ¿es que debo quedarme en esta ciudad, con este trabajo tan aburrido, y enfrentarme a lo que desde hace meses viene siendo mi vida y mi destino? No lo sé.Tal vez me estoy enamorando un poco de Ariel, pero me asusta sobremanera no estar listo para amarla, para enseñarle como es el amor, el bueno, no el pagado, no el que me da Emiliana...
¿Y Emiliana? ¿que hago con ella? El recuerdo de su cuerpo desnudo cabalgandome es tan recurrente como el sonido de estas gotas de lluvia vespertina...

Tanta confusión me abruma, y el teléfono repicando, y yo decidiendo si será Gálvez o mamá...si tan sólo pudiera discernir entre Emiliana o Ariel, el dinero o la vida, reglas o pasión...
Si tan solo pudiera... o quisiera.

martes, 6 de enero de 2009

Historia de sexo


En esta ocasión no había necesidad de pronunciar palabras. Las miradas de lujuria contenida parecían expresar mejor lo que ese par de mentes obnubiladas por el deseo querían dar a entender.
El escenario era perfecto. Pues aunque apenas moría la tarde, el hecho de vivir en el ultimo piso y que la corriente eléctrica se hubiera declarado en huelga eran factores que hacían una amalgama ideal para tocarse.
Parecía un efecto mágico. Era extraño como la distancia entre los cuerpos se reducía a micras, y en desmedida proporción aumentaban el sudor y la pasión. Así, la necesidad de mitigar la sed en la boca del otro era superior al calor que se sentía en la habitación. Era algo vital; beber de la boca de ella, sentir su aroma en la piel.
Y pasaron lentos los minutos. Las manos se enredaban, y las miradas se engullían entre si. Juntos creaban a cada caricia una armonía poética. Estaban así, lamiéndose, besándose, tocándose; amándose totalmente, tanto que nadie hubiera podido reconocer sus voces y los sonidos que salían de los dos.
El cuarto se torno en un rosa moribundo que anunciaba la llegada de la noche. Y un par de cuerpos exhaustos descansaban abrazados.
Fue entonces que ella dijo: -Deberíamos ser mas que amigos-
A lo que él contestó: -Deberíamos, pero no.